lunes, 24 de febrero de 2014

COMPORTAMIENTOS QUE NO NOS GUSTAN DE LOS NIÑOS


En la escuela reconducimos los comportamientos que no nos gustan , tiene una respuesta más positiva que el castigo, al contrario, el niño se siente amenazado, se centra más en defenderse, en rebelarse y en sacar sus armas. Apartar al niño de una situación que no os gusta  no es fácil, hay que aprender, pero sin duda es la  mejor opción!


Os doy algunos ejemplos:

Ejemplo 1: Pau tiene 18 meses, está en casa de su abuela jugando  debajo de la cama. La abuela está en desacuerdo, y así lo manifiesta a la madre del niño. La madre de  Pau lo disculpa, lo protege diciéndole a la abuela que es pequeño, y no  da importancia a las demandas de la abuela. Pau escucha debajo de la cama , tal vez aún no sabe hablar, pero se  va aprovechando de eso, su abuela está perdiendo la autoridad por culpa de su madre. Y sabe que no le dirán nada. Cuando se va da la casa, es posible que incluso haga burla a su abuela.

   Actuación:

- Sacar a Pau de debajo de la cama y agachados, mirándole a los ojos decirle que no se volverá a meter por debajo de la cama, con voz seria.

- Es posible que grite e intente volver a jugar de sea manera. Volver a cogerlo y obligarle a que os mire: “para ya Pau, te  estoy diciendo  que no me gusta”.

- Es posible que llore y patalee. Deberéis, verbalizar lo que quiere pero que no es lo que queréis ni volverá a hacer:”ya se que te encanta meterte debajo de la cama pero no puede ser, basta!”.



Ejemplo 2: Berta tiene 20 meses está en casa jugando con los zapatos de su padre que acaba de quitárselos en la galería. Su madre le pide que no los toque,  no quiere que juegue con ellos. Su madre se cansa de insistir, no quiere hablar más y deja que continúe. Cuando Berta se canse de jugar los tirará al aire o posiblemente aparezcan tirados en medio del comedor al lado de su padre o en medio del pasillo.

  Actuación:

- Agacharos y coger a la niña por los hombros, sujetándola y mirándola a los ojos. “Berta deja los zapatos de papá, con los zapatos no se juega ¿me oyes?, déjalos, si no quieres que me enfade más”.

- Es posible que se burle e intentará continuar. Volver con tono más autoritario: “basta ya Berta”.

- Entonces tendrá ganas de cuestionaros quien tiene más autoridad y sacudirá su cuerpo queriendo escapar, actuareis cogiéndola por el brazo y deberéis imponeros todavía más: “recoge los zapatos, y déjalos donde los encontraste”.

- Es posible que se enfade y deberéis resistir la tentación de que no cumpla vuestra orden. Si lográis acompañarla  en vuestro mandato y que lo haga, estaréis logrando  un compromiso por su parte. Así que, cogerla por el brazo y acompañarla verbalizando que ya sabéis que no le gusta la idea, pero que sabe perfectamente que no queréis que juegue con eso.



Ejemplo 3: Silvia tiene 2 años, y está tocando las llaves de la puerta de casa. Las hace girar continuamente, y logra abrirla por momentos, golpea fuertemente para volverla a cerrar. Sus padres le dicen pacientemente que no lo haga más, que juegue con sus cosas, pero parece ser que le divierte. Sus padres ya no le dicen nada, creen que cuando se canse lo dejará de hacer. Posiblemente  las sacará de paño de la puerta y las tirará a las escaleras cuando ya no le digan nada.

Actuación:

- Apartar a la niña de la puerta, y quitarle las llaves, cerrar la puerta bien cerrada. Entonces gritará. Decirle claramente “basta Silvia,  no me gusta que estés aquí dando vueltas a las llaves, ves a jugar con tus cosas. Las llaves en la puerta no son para jugar”. Entonces coger a la niña con autoridad por el brazo y acompañarla hasta donde vosotros creáis que debe estar.



En todos los casos hay que hablar, si el niño todavía no habla, deberemos hablar nosotros todavía más:

- Verbalizar lo mal que está haciendo las cosas.

- Lo que queremos que haga.

- Los sentimientos que le generan.



 Pero todo ello con credibilidad.



El secreto mejor guardado de los maestros :

“Se riñe con amabilidad, pero si insiste en aquello que sabe que no se debe hacer  se le vuelve a avisar de cerca y si insiste en lo mismo,¡se le aparta sin hacer nada en un rincón hasta que decidamos nosotros!”. Y ahí se acaba todo.

Los niños no os deben cuestionar lo que debéis hacer. No podéis dejar dirigiros por vuestro hijo. La frase filosófica francesa “laisser faire, laisser passer” = “dejar hacer, dejar pasar” (los que me conocéis sabéis que amo este idioma fervorosamente) no os beneficia en nada.



Todos hemos comprobado que la falta de descanso nos hace más vulnerables, y frágiles a las demandas de los niños. Parece ser que tener un padre o un maestro “en baja forma” no está permitido, pues es cierto, la perdida de autoridad es terrible, si se pierde cuesta mucha de volver a recuperarla.

En el aula, no puedo bajar “la guardia” por  mucho que los quiera soy yo quien sabe lo que les conviene por eso hay unas normas aunque no escritas que se cumplen desde el primer día de convivencia:



- No gritar en el aula. Se puede hablar alto porque te entusiasmas con algo, pero gritar no.

- No molestar cuando el compañero está desayunando o trabajando.

- No jugar comiendo. Si quieren comer, deben sentarse.

- Cuando digo: “un momento”, deben esperarse, está pasando algo importante y no puedo atenderles.

- Uno puedo querer hacer algo, pero puedes cambiar de opinión y si uno se cansa decir ¡basta!, los demás deben parar.

- No se tocan las cosas de los demás que no son para jugar (mochilas y abrigos) deben respetar las cosas de los demás.

- Si no quieres dejar a los niños el juguete que traes de casa, lo dejas en tu mochila.

- El padre que viene a buscar un niño, es su  niño quien sale a recibirlo,  no su compañero, este debe retirarse hacia un lado.

- A medida que aprenden a hablar, subimos en nivel de exigencia y que vayan vocalizando, no bastan los monosílabos.

Estos son unos ejemplos de mis normas creadas  con coherencia, creadas por el día a día. La observación ha sido un punto clave para ir creando las normas. 

Seguro que estos ejemplos os hacen reflexionar en vuestra manera de actuar. 
Manteneros firmes, en las pautas marcadas, desde la serenidad, enseñando las consecuencias de las actuaciones que no les favorecen en nada.


lunes, 17 de febrero de 2014

EL LIBEMOR.

Hace ya algunos meses leí un cuento sobre el amor que las madres prodigan a sus hijos, sobre el LIBEMOR, el amor más sincero, la capa mágica que cada madre teje a sus hijos, la cual le confiere un gran poder: EL PODER DE AMAR, un amor que todos necesitamos para sentirnos seguros en edad adulta, estoy segura que os encantará tanto como a mi. 

Os paso un fragmento:


“La LIBEMOR es la capa mágica que cada madre teje a sus hijos. Dios le dio a cada madre unas agujas de “Alfaga” que son mágicas con las que se teje la libemor de sus hijos. Ellas les confieren en enorme poder: el poder de amar. Cada madre que acaricia a su hijo, le habla, lo atiende, lo alimenta, o juega con él, hace que vuelen sus agujas “alfaga” y da unas puntadas;  si el empeño no ceja o la tarea no se interrumpe, a los dos años la libemor cumbre por completo al niño. Como la capa es invisible nadie se explica por qué el niño de repente se siente tan confiado, tan seguro de si mismo, ni por qué de buenas a primeras ya no le importa separarse de su madre. Obviamente esta seguridad es el enorme poder de su libemor, es lo que les permite actuar de esta manera… Aunque no siempre es así…  



 “Para tejer la libemor de sus hijos las madres tienen que amarlos y atenderlos con amor y ternura. La tarea no debe interrumpirse hasta que la capa esté terminada. Para que la libemor te cubra toda la vida, debe tener cierto número de puntadas, no deben darse puntadas grandes o chicas… Cuando se atiende al niño sólo por que sobreviva, sin alegría, sin esperanzas, “las Alfaga” darán muy pocas puntadas y la capa quedará muy cortita, el niño no se sentirá protegido, no tendrá confianza en si mismo. Y si su madre lo sobreprotege porque le tiene miedo a la  soledad o porque ella misma necesita amor, entonces las agujas “alfaga” darán muchas puntadas y la libemor quedará demasiado grande y se le enredará entre las piernas al niño y entonces no podrá caminar solo”.



Y ¿qué pasaría si al niño no se le teje la libemor?


“Esos niños corren el riesgo de morir, no cuentan con la energía vital que les dará la fuerza de sobrevivir”.



¿A qué edad se debe tejer la “libemor”?



“Es deseable que se teja durante los dos primeros años de vida del niño, ya que a esa edad es más receptivo, sin embargo, nunca es demasiado tarde. Si una madre se da cuenta que la “libemor “ de su hijo es pequeña entonces puede recomenzar a tejerla y si es demasiado grande también puede destejer hasta hacerla a la medida. Con amor todos los errores se pueden reparar. No hay madre que quiera dañar a sus hijos. Cada día da lo mejor que tiene y si tuviera más también lo daría. Existen madres que no saben amar a sus hijos y esto es tal vez porque a ellas tampoco las amaron. Estas madres tendrían primero que aprender a amarse a ellas mismas y tejerse su “libemor”. Cuando ellas se acepten, se quieran y se respeten, entonces tendrán la energía vital para tejer libemor de sus hijos”.



Quiero dar las gracias por este cuento tan bonito al psicólogo LUÍS GADEA DE NICOLÁS, que forma parte del libro "La vida Afectiva", edt.CEDI. México.D.F.

domingo, 9 de febrero de 2014

CÓMO HABLAR A LOS NIÑOS



Cuando empecé a trabajar con niños de 1 a 3 años, me dí cuenta que nadie mejor que ellos podían guardarme secretos.
Mirar es un acto espontáneo, natural y necesario, pero escuchar y entender, requiere una madurez y un aprendizaje, el cual yo les enseño día a día. Cuando les digo en secreto “no tengo dinero, pero mañana me compro unos zapatos rojos monísimos en la rebajas” se que no voy a tener crítica, todos sonríen y ahí queda eso. Pero el que sabe escuchar y entender, al día siguiente me pregunta por los zapatos rojos. Es fantástico.



Así pues, si quiero ser escuchada me planteo verbalizar sus sentimientos desde la adaptación, eso me ayuda a crear lazos afectivos; aprenden a escuchar lo que sienten y a entender, de manera que  mis secretos tienen valor para  mis niños. Los primeros días en el aula son de especial importancia, los voy colocando con cuidado en la colchoneta de entrada a medida que van llegando, ellos no se mueven, interpreto sus sentimientos; están impactados, inhibidos, y yo les hablo, los acaricio y les sonrío, me muevo de una manera lenta por el aula y eso les va tranquilizando y voy teniendo credibilidad.



Credibilidad: Esta es una palabra muy importante en la educación infantil y debería ser importante para los padres. Un buen educador, maestro  o padre, siempre debe tener credibilidad.

Esta palabra, debería estar cargada de coherencia, de sentido común que muchas veces los padres pierden debido a ese vínculo que muchas veces hace daño a los hijos. La mayoría de las veces, cuando  que voy a las casas de los niños, para observar las actuaciones de los padres, me doy cuenta que  los padres no tienen credibilidad porque dudan, y entonces son  cuestionados por sus niños.  De ahí la perdida de autoridad y la perdida de reglas. ¿os imagináis que yo  perdiera la autoridad con 18 niños de 2 años en el aula?. Yo no dudo, pero todo y con eso, los niños muchas veces me cuestionan lo que debo hacer ¿increíble verdad?.

Cada familia tiene o tendría que tener sus normas, sus reglas, y tendrían que hacerse el favor de no perderlas.
Un niño pequeño, aunque todavía no hable, habrá que guiarlo y enseñarle; lo que puede hacer y lo que no. Debido a esas normas le habréis creado unos sentimientos, y tendréis que verbalizárselos para que os crea, para que sepa que a pesar de que no le gusta lo que le mandáis hacer, le estáis entendiendo, pero que las cosas en casa son así.
Recordad que los padres podéis ofrecer a vuestros hijos conductas muy interesantes, y que los niños aprenden del adulto a relacionarse y organizarse. Por eso es imprescindible saber donde está el límite de la actuación de vuestro hijo.

Saber decir NO, es muy importante, pero para decir No, tendremos que enseñarle a escuchar y así podrá entender…nuestros secretos.